El Apocalipsis de San Juan había sentenciado que al finalizar el primer milenio, Satán sería liberado por un tiempo, y ese tiempo sería el fin del mundo. La llegada del año 1000 en la Europa medieval se convirtió en una histeria colectiva. Poblaciones enteras se entregaron a prolongados ayunos y flagelaciones, se hacían sacrificios y se confesaban todos los pecados, en una espera angustiosa del fin del milenio.
Pero llegó el último segundo del año 1000 y todo siguió igual. El alivio y el escape de la tensión provocaron una fiesta desenfrenada en la que el miedo a la muerte se transformó en burla. La vida humillaba a la muerte y de esa burla en el Carnaval fue eje central en la Europa medieval y hasta nuestros días, realzando la figura de Momo.
“La real historia del carnaval es mucho más compleja e interesante que una mera repetición de fiestas olvidadas. El Carnaval es una creación auténtica y autóctona de Europa, creación popular que dio origen nada menos que a la Comedia dell´Arte y de allí a todo el teatro occidental. (Tal lo que relata, Agustín Norbel, en sus tesis sobre el Carnaval).
La Comedia del Arte es esencial para quienes quieren adentrarse en el misterio del Carnaval; las figuras de Arlequín, Colombina, Pierrot y Polichinela han pasado a través de los años y han sido representadas en el Carnaval uruguayo.
Arlequín se emparenta con uno de los diez demonios que encabezan la trágica procesión de los muertos en el Infierno del Dante, que rodeado por almas del Purgatorio realiza rondas nocturnas, provocando alboroto y ruidos infernales. Arlequín se iguala también con Hermes Psychopompos, el dios griego, cuya misión era guiar los muertos al otro mundo; era, por lo tanto, un demonio desatado, y dentro de la propia Comedia dell´Arte un criado tonto, que tras la máscara escondía secretos, y que definen como necio, grosero, y de una sensualidad infantil.
Arlequín se emparenta con uno de los diez demonios que encabezan la trágica procesión de los muertos en el Infierno del Dante, que rodeado por almas del Purgatorio realiza rondas nocturnas, provocando alboroto y ruidos infernales. Arlequín se iguala también con Hermes Psychopompos, el dios griego, cuya misión era guiar los muertos al otro mundo; era, por lo tanto, un demonio desatado, y dentro de la propia Comedia dell´Arte un criado tonto, que tras la máscara escondía secretos, y que definen como necio, grosero, y de una sensualidad infantil.
Al lado de Arlequín estaba Colombina, cuyo nombre proviene del latín; “columbarium”, el edificio parecido a un palomar donde se conservan las urnas funerarias. Se trata de una criada y viste con un traje ajado, lleno de petachos, y no lleva máscara. Es característico su denso maquillaje alrededor de los ojos y el hecho de llevar un tamborcillo con el que rechaza los intentos de acoso de Pantaleón.
De Colombina está enamorado Pierrot (o Pedrolino), a pesar de que ella le es infiel, y muchos lo emparentan con el difundo del entierro (basándose en que el cortejo de Carnaval es una parodia del cortejo fúnebre con intención de burlarse de la muerte).
Polichinela vestía siempre de blanco y con un gorro puntiagudo. Tenía la nariz aguileña y la barbilla prominente, con voz nasal y de elevado volumen. A veces, también tenía joroba. Era un astuto matón que no se separaba de su garrote para darle una paliza a quien no pensara como él.
De Colombina está enamorado Pierrot (o Pedrolino), a pesar de que ella le es infiel, y muchos lo emparentan con el difundo del entierro (basándose en que el cortejo de Carnaval es una parodia del cortejo fúnebre con intención de burlarse de la muerte).
Polichinela vestía siempre de blanco y con un gorro puntiagudo. Tenía la nariz aguileña y la barbilla prominente, con voz nasal y de elevado volumen. A veces, también tenía joroba. Era un astuto matón que no se separaba de su garrote para darle una paliza a quien no pensara como él.
La riqueza histórica del tema no se agota en un análisis, ya que allí aparece, por ejemplo, el Príncipe del Carnaval, el “Carnario” italiano, el “Karner” alemán, donde la burla a la muerte era una constante, esa que se gritaba: “Carne vale” (Carne, adiós), que manifiesta la confluencia de lo religioso con lo humano.
Como decía Sófocles: “Muchas cosas son misteriosas, pero ninguna como el hombre”.
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